Las vacaciones se viven a medio gas: las jornadas laborales no desaparecen, simplemente se acortan y se desplazan hacia horarios más tardíos, comenzando en torno a las diez o diez y media de la mañana y dedicándole 1 o 2 horas al día. Los fines de semana —viernes, sábado y domingo— se convierten en los únicos días en los que los líderes consiguen, o al menos intentan, desconectar de verdad.
En cuanto a la duración, lo más habitual ha sido tomarse dos semanas de vacaciones, muchas veces fraccionadas en periodos más cortos. Durante ese tiempo, han sido los segundos al mando —directores generales adjuntos, directores financieros o directores de operaciones— quienes han sostenido la operativa. Este relevo temporal refuerza la relevancia de contar con equipos robustos y preparados, capaces de asumir peso estratégico en ausencia del primer ejecutivo.
Para Mariana Spata, Managing Director de Catenon “Este análisis confirma que la desconexión total todavía es una asignatura pendiente en la alta dirección. Sin embargo, también demuestra que los equipos de segunda línea han ganado protagonismo, lo cual es un síntoma de madurez organizativa”.