2 de mayo de 2024
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Una empresa redonda | El trágico destino de la nao Trinidad

  • Desde RRHHDigital os presentamos el libro ‘Una empresa redonda: El viaje de Magallanes y Elcano que cambió el mundo’, escrito por Raquel Sánchez Arman y Jesús Ripoll, fundadores de Helpers Speakers.
  • En esta obra hacemos una revisión de la historia a través de las gafas del presente y relacionamos el viaje de Magallanes y Elcano siglos atrás con el viaje de las corporaciones en la actualidad.
  • No te pierdas cada semana un nuevo capítulo de ‘Una empresa redonda: El viaje de Magallanes y Elcano que cambió el mundo’.

“La línea que separa el éxito del fracaso puede ser efectivamente muy delgada”

Shackleton

Es inevitable sentir una tristeza inmensa al pensar en el destino de la nave capitana. La suya es una historia de sacrificio sin recom- pensa, sin duda, son los grandes héroes olvidados en la memoria colectiva. El intento de tornaviaje estuvo plagado de contratiempos e infortunios, su pesadilla no acababa nunca.

A comienzos de abril la Trinidad estaba por fin reparada, y se cargó con unos mil quintales de clavo —doscientos menos que antes—. El 6 de abril zarpó con cincuenta y cinco hombres, dejando a cuatro al cargo de un depósito de clavo y varias piezas de artillería. Pedro Alfonso de Lorosa (el portugués de la isla vecina que tan valiosa información sobre los portugueses dio) se suma a la tripulación.

Espinosa está al frente como capitán (recordemos que era un soldado, no un marino) y Ginés de Mafra al mando náutico. También contaban con Juan Bautista de Punzorol, gran piloto que se acababa de despedir de su hijo Domingo (que volvió con Elcano en la Victoria). Jamás volverían a verse.

Juntos dirigieron la nao por el Pacífico hasta el paralelo 42 norte, siguiendo la corriente de Kuro Siwo en una ruta de vientos que era generalmente favorable, pero a finales de agosto —a unas quinientas leguas (2.750 kilómetros)— se desató una furiosa tempestad de doce días de duración que dejó la Trinidad malherida e ingobernable. Son doce días sin poder cocinar, han de desvestir los palos, desmontar los castillos de proa y popa, y los toldos para dejar a ras la cubierta.

Las muertes por escorbuto, frío e inanición se estaban cebando ya con la tripulación (treinta y uno de los cincuenta y cinco hombres en total que perdieron la vida en el tornaviaje) y tras el durísimo in- tento de regresar a casa, no tuvieron más remedio que rendirse ante la evidencia y poner rumbo de vuelta a las Molucas. Son ya cinco meses y aún quedaba mucho tramo “arando la mar” según palabras del propio Espinosa al rey. En el regreso encuentran vientos favorables y avanzan a buen ritmo, pero el goteo de muertes es imparable. Según la crónica de Oliveira, “ni podían izar la vela, que dejaron a medio mástil por más no poder”.

Por primera vez, que se tenga constancia, se realiza una autopsia a bordo. Están tan angustiados por esa rara enfermedad que asola a los hombres (escorbuto), que abren a un cadáver para tratar de saber más acerca de la afección.

León Pancaldo y el maestre Juan Bautista de Punzorol hablan de las durísimas condiciones: “Antes que Señor allegásemos a las tierras de los reyes del Maluco, nos murieron treinta y siete ombres, y no quedaron en la nao más que seys ombres que podiesen trabajar, los cuales Señor, dieron la vida a los otros”. En “As Gavetas da Torre do Tombo, maço XVII”, 6-24, nº 4203. Se trata de una carta dirigida a Carlos V por Juan Bautista de Punzorol y León Pancaldo desde Mozambique.

El fracaso de la misión —navegando por el Pacífico y “deshaciendo el camino” — pone de manifiesto lo acertado de la decisión de Elcano de volver por el lado portugués.

Los portugueses los apresaron cerca ya de Ternate, con tan solo diecisiete supervivientes a bordo, extremadamente debilitados, sin fuerzas siquiera para arrojar a sus muertos por la borda: “Cuando llegaron los portugueses a la nao de los nuestros, ya en la cubierta della había algunos muertos, y los vivos eran tales que no los podían echar fuera para sacarlos a la mar” (Ginés de Mafra). Remolcaron la nao hasta Ternate, que llegaba en las mismas deplorables condi- ciones que la tripulación, y acabaría hundiéndose al descargarla.

Como era de esperar, los portugueses arrasaron con el clavo y, lo que es peor, requisaron los libros y derroteros que portaba la Trini- dad, incluyendo el diario de Magallanes que se perdió para siem- pre. Era una información privilegiada, clasificada como “secreto de Estado” además de documentos de incalculable valor histórico: libros del astrólogo San Martín, planisferios de Pedro Reinel… Lo que hoy en día sería espionaje industrial de alto nivel.

Pedro Alfonso de Lorosa, el portugués que se había embarcado en Timore y que tanto les ayudó, fue inmediatamente ejecutado por traidor cortándole la cabeza.

Siguieron más de cuatro años de terrible cautiverio y trabajos forzosos (cinco meses recluidos en una jaula como animales en la isla de Banda y cinco en Malaca, ambas en Indonesia, dos años más en Cochin, en la India, donde continuaron su triste peregrinar hasta la cárcel de Limonejo, en Lisboa). Solo cuatro hombres van a sobrevivir a la extrema dureza de las represalias.

Uno de ellos consiguió volver a España por sus medios —gracias a su astucia— a bordo de una nao portuguesa: el marinero Juan Rodríguez el Sordo (no era realmente sordo, se trataba de un apodo familiar). Los otros tres supervivientes fueron rescatados por mediación del emperador y finalmente regresarían a España en 1527. Son el propio Espinosa, Ginés de Mafra y el piloto genovés León Pancaldo.

La historia de Juan Bautista de Punzorol y del también genovés León Pancaldo es cuanto menos rocambolesca. Tras diez du- ros meses en Cochin, se cuelan como polizones en la nave Santa Catalina que iba a Lisboa: pero no sabían el uno del otro. Fueron descubiertos en Mozambique y los dejan allí, dado el mal tiempo que dificulta devolverlos a la India. Desde allí logran enviar una carta pidiendo auxilio a Carlos I. Juan Bautista muere, pero Pan- caldo de nuevo escapa y se esconde nuevamente como polizón en otra nave. Tras tres días sin comer ni beber, es descubierto. Pese a las amenazas de tirarle por la borda, es trasladado a una cárcel de Lisboa. Nuestro superhéroe falleció años después, con una vida de novela, en el Río de la Plata en 1540. Formaba parte de una expedición a Perú por el estrecho de Magallanes.

La épica se personifica en el jerezano Ginés de Mafra, extraor- dinario marinero de raza y protagonista de culebrones a su pesar. Compartió destino con su capitán, Gonzalo Gómez de Espinosa, al quedar varados en Tidore con la Trinidad.

Cuando Ginés de Mafra vuelve a su tierra, Palos de la Fronte- ra, allí no le esperaba nadie desde hacía tiempo. Su mujer, Ca- talina Martínez del Mercado, había rehecho felizmente su vida y se había casado con otro, se había gastado la pensión que le otorgaron por el viaje y había vendido la hacienda conyugal. Ginés intentó recuperar su vida, con denuncia por adulterio y malversación de bienes incluidas. Aquí tenemos un extracto de la demanda interpuesta.

“Catalina Martínez de Mercado, su mujer le hizo adulterio con otro e se juntó y está con él so color quel dicho Gjinés de Mafra era muerto, e quél le dexo unas casas e otros bie- nes e hacienda, lo cual ha malbaratado e comido e fecho lo que ha querido del los bienes e me suplicó e pidió por merced que porque él quieire pedir justicia contra la dicha su mujer por el dicho delito e adulterio e bienes”.

Desarraigado, enfurecido y triste, decide que su lugar está en el mar y continúa la travesía a otros mundos para nunca más volver. Se alistó con Pedro de Alvarado para unirse a sus expediciones en el Pacífico. Hay indicios de que quizá estuvo en Perú. Con cuarenta y ocho años, en 1542 se alistó como piloto de la San Juan de Letrán en la expedición al Maluco de Ruy López de Villalobos, falleció allí. Había logrado convertirse en uno de los más afamados pilotos de la época.

Todo esto, de una manera retorcida, hasta resulta divertido. Sabemos que forjó una amistad de por vida con Espinosa durante aquel insalubre cautiverio. La desdicha los hizo hermanos de vida. En 1537 al ser preguntado por su amigo, Gonzalo responde: “Al tiempo que se partió para las dichas Indias el dicho Ginés de Mafra, se despidió deste testigo, e que puede haber el tiempo que ha que está ausente cuatro años, poco más o menos, e que después acá no ha venido, porque si hubiera venido este testigo lo supiera, e no pudiera ser menos” (A.G.I., Indiferen- te,1963, L.8, folio 281r, Registro: Sevilla).

Otro actor de reparto que esconde una maravillosa microhistoria es Gonzalo de Vigo (Gonzalo Álvarez Martínez). Este marinero vigués fue uno de los tres desertores de la Trinidad, cuando derrotada, decide poner proa de regreso al Maluco. Optan por la incertidumbre de la selva a las represalias de Portugal. La huida se produce —con nocturnidad y alevosía— en agosto de 1522.

Gonzalo pasará cuatro años en la Isla de Guam como uno más, seguramente ostenta el honor de ser el primer gallego emigrante… Contó que sus compañeros de escapada no tardaron en morir.

Al llegar allí el 5 de septiembre de 1526 la expedición de García Jofre de Loaysa (capitaneada entonces por Toribio Alonso de Salazar) este Robinson Crusoe vigués se acercó y los saludó en castellano: “En buena hora vengáis, señor capitán, maestre y la compañía”. Andrés de Urdaneta deja constancia del surrealista encuentro:

“… Hallamos un gallego que se llama Gonzalo de Vigo, que quedó en estas islas con otros dos compañeros de la nao de Espinosa, e los otros dos murieron, quedó él vivo, el cual vino luego a la nao e nos aprovechó mucho porque sabía la lengua de las islas…”.

Aunque estaba plenamente integrado, sin duda sentía morriña y no duda en unirse a la flota tras concederle el Seguro Real (es decir, se le indulta ante todo crimen cometido). Su labor como intérprete será impagable y va a desempeñar un importan- te papel en el conflicto por la posesión de las islas Molucas. Los castellanos logran forjar una alianza con los indígenas, que permanecerá vigente hasta el final de la disputa en 1531, fecha en la que entra en vigor el Tratado de Zaragoza (firmado en 1529) y por el que Portugal “compra” a España las islas… que por derecho siempre le pertenecieron.

Su vida se desenfoca y el rastro de este peculiar gallego se pierde. Desconocemos si Gonzalo formaba parte del grupo de super- vivientes de la expedición de Loaysa que regresó a la península en 1536.

Queda de manifiesto, una vez más, que la adaptación al medio es lo que nos permitió evolucionar como especie. Como dijo Darwin, el factor clave para la superviviencia no es la inteligencia ni la fortaleza sino la adaptabilidad. Gonzalo de Vigo es un grandísimo ejemplo.


*Capítulo 52 del libro Un empresa redonda: El viaje de Magallanes y Elcano que cambió el mundo’ escrito por Raquel Sánchez Armán y Jesús Ripoll, fundadores de la agencia de motivación y formación Helpers Speakers.

Raquel Sánchez Armán y Jesús Ripoll, fundadores de la agencia de motivación y formación Helpers Speakers (apasionados de la historia, la navegación, el management y el desarrollo personal), reinterpretan la epopeya de la primera vuelta al mundo desde la perspectiva del management actual. En este libro podremos aprender de los aciertos —y de los errores— de aquellos hombres de hace 500 años, a través de la lección de liderazgo histórico que nos brindan. Embárcate junto a ellos en esta apasionante aventura. 

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