¿Piensas constantemente que tus éxitos o logros se deben a la buena suerte, qué no son reales o no te pertenecen? Y qué, tarde o temprano, te descubrirán como un fraude, aun cuando existen evidencias claras de tu capacidad para desempeñar actividades propias de tu profesión o actividad laboral.
Si la respuesta es sí, debes saber que tú, al igual que otros profesionistas, estás pasando por un síndrome, más conocido como el síndrome del impostor. El síndrome del impostor, es un fenómeno emocional conformado por pensamientos y sentimientos negativos, que crean una realidad distorsionada de tus propios logros, es decir, subestimas tus capacidades y por ende, no eres capaz de reconocer tus propios méritos, viviendo con el miedo a ser expuesto como un incompetente.
Esto no es algo nuevo, las primeras apariciones del síndrome ocurrieron en 1978, derivado de un estudio realizado por Pauline R. Clance y Suzanne A. Imes, a un grupo de mujeres exitosas, en donde se descubrió que pesé a ser altamente competentes eran incapaces de interiorizar sus logros y se percibían como un fraude. Siendo desde entonces, un común denominador que se encuentra con frecuencia en las carreras profesionales de mujeres de éxito.
Sin embargo, aunque ese primer estudio fue realizado en mujeres, es un hecho, que este síndrome no tiene distinción de género, edad o profesión, ya que al menos 38% de los colaboradores en posiciones júnior o aquellos que comienzan un nuevo empleo, han vivido el síndrome del impostor. Aunado a que, un 81% de los profesionistas han experimentado el síndrome en algún momento de su carrera profesional, según el estudio más reciente de “HAYS 2024.”
“De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) el síndrome del impostor no es un trastorno mental ni una enfermedad, sino un fenómeno psicológico común, que es cien por ciento modificable, y que le permite al colaborador saber que el conocimiento, la información y la experiencia que lleva consigo para desempeñar una tarea específica, lo hace más que suficiente y capaz para ese puesto o trabajo.” Apuntó Melhina Magaña, Co-fundadora & Managing Partner en Daucon
El síndrome del impostor no se desarrolla en cualquier persona, está comprobado que de la fuerza laboral remunerada, solo las personas de alto rendimiento, son quienes sufren de esta selectiva afección. Por ello, enlistamos a continuación, los cinco tipos de impostores que Valerie Young sugiere y te ayudarán a detectar el tuyo.
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El perfeccionista. Este colaborador define su valor a través de la excelencia. Debe realizar todas y cada una de las tareas, manteniendo siempre un alto estándar de calidad y metas sumamente altas, que al no lograrlas, demeritan su trabajo, trayendo consigo una falta de confianza sobre sus habilidades y conocimientos.
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El experto. Se caracteriza por pensar todo el tiempo que ha engañado a sus superiores y vive con el miedo de ser descubierto como incompetente. Sus conocimientos nunca son suficientes y siempre está pendiente a no ser expuesto.
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El superhéroe: El colaborador superhéroe se caracteriza por mostrar un alto empeño en lo que hace para estar al nivel de los demás, se autoexige de forma constante y normalmente el exceso de trabajo desencadena en problemas de salud mental y dificultades en sus relaciones personales.
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El individualista. Es el colaborador que realiza todo por sí mismo. No pide ayuda, ya que al hacerlo, piensa que mostrará un foco rojo sobre sus debilidades. Opta por enfrentar todo solo.
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El genio natural. Es un colaborador auténtico, real. Acostumbra a calcular su éxito con base en la facilidad con la que realiza las tareas encomendadas. Si una tarea implica un esfuerzo mayor al acostumbrado, considera que no es bueno para esa tarea. El nivel de tolerancia a la frustración es casi nulo, si no realiza algo perfecta y rápidamente desde el inicio.
Para gestionar el síndrome del impostor, la especialista y Co-fundadora de Daucon, señala que, es necesario identificar y trabajar el síndrome desde la aceptación y el reconocimiento, de la mano de las siguientes acciones.
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Identifica. Primero debes nombrarlo y reconocerlo, es decir, asume el síndrome del impostor que tienes. Normaliza y recuerda que cualquier persona espectacular lo tiene, piensa en ese actor, cantante o esa persona que idolatras y admiras, también tiene su propio síndrome del impostor y aún así, no pasa nada.
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Reflexiona. Piensa objetivamente por qué crees, que no eres capaz de realizar esa tarea o actividad. Si realmente no fueras capaz de hacerlo ¿crees qué estarías ahí? Tu trayectoria, experiencia e incluso las habilidades y capacidades que tus líderes han visto y saben de ti, son la prueba fehaciente de qué eres exitoso.
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Interioriza. Asume y reconoce tus logros como indicadores de éxito ¿Cuántas cosas has logrado antes de esto?, cuánto tiempo llevas haciendo esta actividad, ¿aún dudas de qué no puedes? Mantén una bitácora de logros y revisa todo lo que llevas logrado.
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Autorregula. La conciencia y la autorregulación van de la mano, sé consciente de todo lo que has logrado y al mismo tiempo, para, detente, ya sabes que tienes el síndrome del impostor. Ahora es tiempo de lidiar con él, no es mayor a ti, porque viene de tu mente y esa mente, la controlas tú.
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Fortalece. Busca redes de apoyo, el contar con un apoyo externo o un círculo de confianza, contribuye a recordarte lo que has logrado y lo qué eres capaz de hacer. Te ayudará a cambiar la forma en qué ves las cosas.
Pero y ¿Cuál es el impacto para los negocios, para el grupo? Está comprobado que derivado de este síndrome los negocios también pueden presentar impactos negativos, con afectaciones directas y detonantes como:
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Procrastinación, generando estrés innecesario, pérdida de tiempo y crisis evitables tanto para el individuo como para los miembros de su equipo.
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Alternancia constante de trabajo, trae como consecuencia costosas búsquedas de contratación.
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Exceso de trabajo que conlleva a una pérdida de tiempo y productividad, y un costoso agotamiento.
Melhina Magaña, Co-fundadora & Managing Partner en Daucon, refiere que “El síndrome del impostor está presente en personas exitosas que han tenido grandes logros. Frecuentemente se vive como modelo de supervivencia en hombres, mujeres y minorías al interior de diversas compañías. Sin embargo, la fuerza de este fenómeno es tal, que no le permite al colaborador tener una mente clara de los triunfos obtenidos, y qué, a diferencia del efecto Dunning-Kruger, esta población se olvida de replantearse como expertos reales en lo que hacen o saben e interiorizar sus logros.”