Hay veranos que se recuerdan por los juegos en el parque, las tardes de manualidades, los pasatiempos en papel o las excursiones en familia. Son momentos que no solo divierten, sino que también ayudan a los más pequeños a descubrir, crear y fortalecer vínculos afectivos. Sin embargo, hoy en día, muchas de estas experiencias compiten con el brillo constante de las pantallas, que parecen ocupar cualquier instante de ocio.
Esta sobreexposición a los dispositivos electrónicos puede afectar directamente al desarrollo de las funciones ejecutivas, especialmente en la infancia, tal y como apuntan los expertos psicopedagogos de la editorial RUBIO. En esta etapa, el cerebro necesita experiencias variadas, interacción real y momentos de reflexión para crecer y consolidar habilidades tan importantes como la atención, la memoria y el autocontrol.
Así, desde RUBIO advierten sobre los principales riesgos de esta sobreexposición en la infancia:
- Déficits en atención, memoria y procesamiento cognitivo. El ritmo acelerado y la variedad de estímulos visuales y sonoros que ofrecen las pantallas pueden acostumbrar al cerebro infantil a cambios constantes. Esto dificulta que los niños se concentren durante largos periodos en tareas más pausadas, como la lectura o los juegos de mesa, repercutiendo en su capacidad para atender en clase o finalizar actividades cotidianas.
- Reducción del autocontrol y mayor irritabilidad. El acceso inmediato a recompensas en el entorno digital puede disminuir la paciencia y dificultar la gestión de la frustración en situaciones reales. Los niños pueden mostrar más impulsividad, irritabilidad o ansiedad cuando las cosas no suceden al ritmo que desean, afectando su bienestar emocional y sus relaciones diarias.
- Dificultades en la planificación y la organización. El hábito de recibir todo resuelto o de saltar rápidamente entre tareas a las pantallas puede repercutir en la capacidad para anticipar, organizar actividades y estructurar el tiempo de manera efectiva. Esto se traduce en el olvido de tareas, la tendencia a posponer responsabilidades o problemas para gestionar el día a día de forma autónoma.
- Menor desarrollo de la creatividad y la flexibilidad cognitiva. El tiempo frente a las pantallas suele restar espacio al juego libre, la exploración y la resolución de retos reales. Sin estas experiencias, se limita la capacidad de inventar, imaginar, adaptarse a cambios o buscar soluciones novedosas ante diferentes situaciones.
- Déficit en habilidades sociales y emocionales. Menos horas de juego presencial y de conversación directa pueden dificultar el desarrollo de habilidades clave como la empatía, la cooperación y la resolución de conflictos. Además, el uso excesivo de dispositivos electrónicos puede favorecer el aislamiento y la desconexión emocional.
- Alteraciones del sueño y hábitos poco saludables. La exposición a la luz de las pantallas, sobre todo antes de dormir, puede interferir con el ciclo natural del sueño, provocando dificultades para conciliarlo o descansar bien. Además, el sedentarismo prolongado incrementa el riesgo de desarrollar hábitos poco saludables.
Frente a estos riesgos, es fundamental ofrecer a los más pequeños alternativas que les permitan desarrollar todo su potencial y volver a disfrutar del valor de las experiencias lejos de las pantallas. Por eso, desde RUBIO comparten una serie de claves prácticas, pensadas para contrarrestar los efectos negativos de la sobreexposición digital y fomentar hábitos saludables para un verano más equilibrado y enriquecedor.
- Establece rutinas y espacios protegidos de tecnología. Marca horarios concretos para el uso de dispositivos electrónicos, acordados en familia y adaptados a la edad de los niños. Reserva momentos y espacios en casa donde las pantallas no estén presentes (como durante las comidas, antes de dormir o en las actividades familiares), y prioriza alternativas en papel o juego activo.
- Fomenta el juego libre y la interacción social presencial. El juego simbólico, el deporte, las excursiones o simplemente el tiempo compartido con amigos y familiares estimulan habilidades sociales, la gestión emocional y la flexibilidad cognitiva, competencias difíciles de desarrollar frente a una pantalla.
- Selecciona tecnología de calidad y con acompañamiento. Cuando las pantallas estén presentes, prioriza contenidos pedagógicos, lúdicos y adaptados a la edad. Comparte el visionado o el juego, conversa sobre lo visto y haz conexiones con actividades en papel o experiencias cotidianas, reforzando así la comprensión y el pensamiento crítico.
- Participa y predica con el ejemplo. Los niños aprenden por imitación. Si ven que los adultos también desconectan de las pantallas para leer, dibujar, escribir o jugar juntos, será más fácil que adopten el hábito. Disfrutar juntos de estas actividades no solo refuerza habilidades, sino que fortalece los lazos familiares y crea un entorno de aprendizaje positivo.
- Diseña un entorno que invite a crear y descubrir. Coloca libros, cuadernos de actividades, materiales de dibujo y juegos de mesa a la vista y al alcance de los peques. Un ambiente rico en estímulos no digitales facilita que elijan espontáneamente propuestas que ejerciten la atención, la creatividad y el pensamiento lógico.
Para poner en marcha estas claves y facilitar alternativas atractivas, la editorial RUBIO ofrece materiales didácticos pensados para cada etapa. Colecciones como EntretenidaMENTE invitan a disfrutar de pasatiempos en papel que ayudan a ejercitar la mente de forma divertida, trabajando la atención, la memoria y la creatividad sin recurrir a una pantalla. Otras propuestas clásicas de la editorial, como las colecciones Vacaciones RUBIO o Mi Cuaderno de Verano RUBIO, están pensadas para que cada niño y niña encuentre actividades que le motiven a la vez que ayudan a las familias a construir rutinas más saludables y equilibradas, alejadas de la sobreexposición digital.