28 de abril de 2024
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El trabajo infantil oculto tras la fabricación de los móviles

Amnistía Internacional ha pedido a las empresas tecnológicas que se aseguren de que sus productos no utilizan cobalto extraído con mano de obra infantil y ha alertado de los abusos que se están cometiendo en República Democrática del Congo (RDC), en cuyas minas trabajan niños de incluso siete años. 

Amnistía y Afrewatch han difundido un informe en el que siguen la pista al mercado del cobalto, utilizado en las baterías de litio y extraído en algunos de minas donde no sólo arriesgan la vida adultos, sino también niños. La RDC produce al menos el 50 por ciento del cobalto del mundo. 

La investigación, que toma como referencia documentación de inversores, sitúa el origen del cobalto en zonas de la RDC donde el trabajo infantil está muy extendido. Después pasa a manos de Congo Dongfang Mining (CDM), filial del gigante chino del comercio de minerales Zhejiang Huayou Cobalt Ltd (Huayou Cobalt). 

Ambas empresas procesan el mineral y lo venden a tres empresas de componentes para baterías en China y Corea del Sur que en 2013 adquirieron cobalto por valor de 90 millones de dólares. Estas firmas lo entregan, a su vez, a fabricantes de baterías que suministran a empresas como Apple, Microsoft, Samsung, Sony, Daimler y Volkswagen, entre otros. 

JORNADAS DE 24 HORAS 

Para elaborar su informe, los investigadores de Amnistía y Afrewatch hablaron con 87 mineros –17 de ellos niños– de cinco explotaciones del sur de la RDC, así como con 19 comerciantes. También siguieron el recorrido de vehículos para rastrear el origen y destino de un material sobre el que pesa la sombra de la duda. 

Al menos 80 mineros artesanales perdieron la vida en los túneles del sur de la RDC entre septiembre de 2014 y diciembre 2015, si bien Amnistía ha advertido de que «se desconoce la verdadera cifra» porque se ocultan los accidentes. «Se dejan los cadáveres enterrados bajo las rocas», lamenta el informe. 

Jornadas de trabajo de hasta doce horas y apenas equipo de protección son la nota dominante de un negocio que, según el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), emplea a 40.000 niños en el sur del país africano. 

Es el caso de Paul, un niño huérfano de 14 años que ha llegado a pasar 24 horas sin salir a la superficie y que ha contado cómo su familia adoptiva le «explotaba». «Llegaba por la mañana y me marchaba a la mañana siguiente […] Tenía que hacer mis necesidades allí abajo», ha relatado. 

OJOS QUE NO VEN 

Amnistía Internacional se ha puesto en contacto con 16 multinacionales que figuraban en la clientela de esta red y ninguna ha proporcionado datos suficientes para comprobar, de manera independiente, el origen del cobalto. Sólo una empresa admitió la relación con Huayou Cobalt y cinco la negaron, mientras que dos incluso rechazaron cualquier suministro procedente de la RDC. 

El investigador de Amnistía Internacional sobre Empresas y Derechos Humanos, Mark Dummett, ha comparado los «fascinantes escaparates y anuncios de las tecnologías de vanguardia» con «los niños cargados con bolsas llenas de piedras y los mineros que desfilan por estrechos túneles excavados artificialmente, expuestos a sufrir daños pulmonares permanentes». 

En este sentido, ha advertido de que «raras veces» las personas se preguntan el origen de las nuevas tecnologías y ha pedido a las grandes marcas que «asuman parte de la responsabilidad» por el origen de sus «lucrativos productos». El mensaje incluye menciones a firmas como Apple, Samsung y Sony, a las que recrimina que no hagan «comprobaciones básicas». 

«Unas empresas cuyas ganancias globales ascienden a 125.000 millones de dólares no pueden afirmar con credibilidad que les resulta imposible comprobar de dónde proceden los minerales esenciales para sus productos», ha denunciado Dummett, que ha insistido en que «los riesgos para la salud y la seguridad convierten la minería en una de las peores formas de trabajo infantil». 

«La extracción de los materiales básicos que ponen en funcionamiento un automóvil eléctrico o un teléfono inteligente debería llevar prosperidad a los mineros de la RDC», ha añadido. 

Por su parte, el director ejecutivo de Afrewatch, Emmanuel Umpula, ha considerado una «gran paradoja de la era digital» que «algunas de las empresas más ricas e innovadoras del mundo puedan vender aparatos increíblemente avanzados sin tener que demostrar dónde adquieren la materia prima para sus componentes». Se trata, en su opinión, de un particular versión del refrán «ojos que no ven, corazón que no siente». 

TRANSPARENCIA

Al contrario de lo que ocurre con otros minerales procedentes de zonas de conflicto, el mercado de cobalto figura en un limbo moral y legal que requieren, en opinión de Dummett, una mayor iniciativa global. «Sin leyes que obliguen (a las empresas) a comprobar dónde consiguen los minerales y a desvelar la información (…), las empresas pueden seguir beneficiándose de los abusos contra los Derechos Humanos», ha agregado. 

El llamamiento se extiende también a los Gobiernos, a los que las ONG han reclamado que pongan fin a la «falta de transparencia», gracias a la cual «las empresas sacan provecho de la miseria», ha reprochado el investigador de Amnistía.

Dummett ha asegurado que «muchas de estas multinacionales afirman que tienen una política de tolerancia cero con el trabajo infantil», pero, en realidad, su promesa «no tiene ningún valor» si no investigan a sus proveedores. «Sencillamente, su afirmación no es creíble», ha apostillado.

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