20 de mayo de 2024
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Entre la eficiencia y la inversión

Entre la eficiencia y la inversión

El actual entorno económico está provocando infinidad de situaciones extremadamente complejas tanto para la empresa privada como la Administración Pública. Lo que sitúa a estos dos tipos de Organizaciones en una encrucijada difícil de resolver.

En el caso de la empresa privada, el constante equilibrio presupuestario hace que la oferta se regule de acuerdo a la demanda, y que, dependiendo del sector de que se trate, el entorno restrictivo afecte en mayor o menor medida a plantillas e inversiones, con resultados a veces dramáticos, pero sin duda, con una mayor capacidad de maniobra.

Mientras en la Administración Pública la solución es más compleja. Por un lado los ingresos disminuyen (los presupuestos son restrictivos y las Administraciones cada año reciben y recaudan menos dinero), por el otro, las necesidades sociales son cuando menos, las mismas que en años pasados, provocando un desequilibrio difícil de resolver.

Como es normal, la sociedad está acostumbrada a un nivel de servicios propio de las épocas de bonanza, a pesar de que los recursos necesarios para la prestación de los mismos hayan disminuido. Es en este contexto cuando el concepto y la figura del gestor toman una relevancia clave. Mientras los recursos son abundantes gestionar es fácil, pero supone un verdadero ejercicio de malabarismo hacerlo cuando estos son insuficientes para cubrir la demanda.

En el ámbito de la inversión en tecnología sucede lo mismo, pero hay un aspecto diferencial: El convencimiento de las Administraciones de que el futuro se encuentra en la administración electrónica y en la modernización de la gestión. Esto hace que dentro de las prioridades en inversión, aquellas que tienen que ver con estos aspectos se encuentren a la cabeza en cualquier Administración.

Centrándonos más en el ámbito de la Gestión de Personas, mi experiencia me ha demostrado que existe un gran desequilibrio entre Administraciones. Este desequilibrio no es solamente producto de su tamaño y teórico potencial inversor, sino que en muchas ocasiones se debe a una cuestión de cultura.

No es fácil introducir nuevas tecnologías en Organizaciones que no cuentan con personal preparado para acogerlas, lo cual no implica necesariamente un problema generacional, sino de formación de esos recursos en las nuevas posibilidades que ofrece la tecnología actual.

La cuestión por tanto, no es invertir sin más en tecnología, sino que en una primera etapa, es necesario “acondicionar” las Organizaciones para que puedan modernizarse tecnológicamente de un modo lo menos traumático posible. Es fácil pensar en los beneficios que sistemas de Gestión automatizados pueden tener en el resultado final (no es otro que el servicio al ciudadano, no lo olvidemos), pero de nada sirve la tecnología si esta no se aprovecha.

En este aspecto, las Administraciones invierten más bien poco, lo cual provoca que más de un proyecto, por muy buena intención que se tenga al llevarlo a cabo, fracase por la escasa implantación posterior del mismo. Dicho de otro modo, en una escala de 1 a 10 conseguiremos en el mejor de los casos, un 5 en grado de mejora con respecto a nuestra situación inicial, infrautilizando claramente los Sistemas implantados.

La innovación como consigna está bien, pero es aún mejor si se hace de una forma planificada y estructurada. Por mi experiencia he podido comprobar cómo un mismo Sistema en dos Organismos diferentes tiene resultados totalmente opuestos. ¿De qué depende entonces el éxito o el fracaso de cualquier proyecto?… ¿dónde está el secreto para que cualquier iniciativa tenga un resultado satisfactorio?…

La clave yace en contar con la Organización que tenemos a nuestras espaldas y sobre todo, en conocer su filosofía y forma de pensar. La mejora en la productividad, la utilización del tiempo en tareas que realmente aporten valor a la Organización son realmente objetivos muy loables, pero no sirven de nada si no contamos con el cliente interno, los propios empleados.

He podido ver Organismos pequeños muy avanzados (y envidiados) desde el punto de vista tecnológico y en cambio otras grandes Organizaciones donde los proyectos fracasan o no tienen el éxito esperado, debido en gran parte a la falta de convencimiento de sus empleados de que se trata de algo beneficioso para ellos.

Los aspectos políticos y los técnicos deben ir de la mano. El éxito de un proyecto no puede sustentarse en la imposición, sino en el convencimiento. Que los empleados perciban la nueva situación como una mejora y no como una amenaza es un aspecto clave en el éxito final. Este aspecto guarda una estrecha relación con la Evaluación del Desempeño, aspecto clave en la Gestión de Personas del futuro (futuro cada vez más cercano), cuya llave para el éxito se encuentra en este mismo aspecto, en la reticencia acerca de sus ventajas.

Como resumen, innovación sí, inversión sí, pero con el convencimiento de toda la Organización de sus ventajas. Los tiempos en que los límites de la inversión estaban casi exclusivamente en la imaginación se han terminado (y dudo que vuelvan de la misma manera), por lo que es necesario invertir en aquellos aspectos donde podremos obtener un mejor resultado. De lo contrario, la inversión se convierte en y no está la situación como para gastar sin más…gasto.

 

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