28 de abril de 2024
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Diez tips para gestionar emociones en el trabajo

Diez tips para gestionar emociones en el trabajo

Manejar las emociones en ambientes laborales requiere de autocontrol, y esta habilidad hay que cultivarla. Ante una situación inesperada -o una crisis- no hay que perder la calma, debemos entender qué sucede, sopesar las variables y elegir el mejor camino en un clima de serenidad. 

Siempre habrá situaciones que nos alteren a nivel emocional, y en los espacios laborales se pueden presentar con matices muy variados; sin embargo, debemos trabajar para lograr manejar ese “estado de alteración” -reducirlo o neutralizarlo-, lograr tranquilizarnos y transmitir calma al resto. No quiere decir que no vamos a sentir esas emociones, sino que ellas no conseguirán descontrolarnos. El sentimiento de impotencia o disgusto puede permanecer, pero nuestra reacción puede ser respetuosa y serena.

En la actualidad existen diversas cuestiones que pueden preocuparnos: situación económica, problemas para desplazarse al ir o volver del trabajo, algún problema de salud en la familia, menores o adultos a cargo. Lo importante es no perder el equilibrio emocional ante la adversidad. Si además de las situaciones externas, se presenta alguna situación hostil en el ámbito laboral, el dejarnos llevar por las emociones podría afectar la productividad y la relación con los otros.

Las reacciones cargadas de emoción generalmente son contraproducentes para el buen funcionamiento del equipo. Tanto casos de alguien que siempre grite o “maltrate” al resto como de quienes asuman el papel de “víctima” permanente de todo lo que suceda, no contribuyen a generar buen clima laboral, generan pérdida de tiempo, rumores, grupos de gente a favor o en contra… Se vuelven “tóxicos” para el equipo y, por consiguiente, para la empresa y el negocio.

Diez recomendaciones para no “explotar” en el trabajo:

1. Ser respetuoso en todo momento. Si alguien levanta la voz, aunque esté equivocado o “desubicado” con lo que está diciendo, contar hasta 10 y responder firme y serenamente, sin levantar la voz, o tal vez no responder en ese momento. Se puede ser contundente de forma amable. Quien haya tenido un exabrupto, se dará cuenta rápidamente que los malos modos no solucionan nada. 

2. Separar lo personal de lo laboral. Algunas veces podemos tener complicaciones de la vida privada, pero no debemos dejar que nos trastornen la vida laboral, y viceversa. Hacer el ejercicio de concentrarnos donde estemos, abstraernos de la dificultad del otro “ámbito” y poner toda la energía en resolver el tema en cuestión de ese otro “universo”. 

3. Comunicar claramente los fundamentos de lo que se expone. Eliminar los “malentendidos”, plantear una comunicación franca y transparente para “estar todos en la misma página”.

4. Aprender a decir que NO. Es preferible un NO a tiempo que sobrepasar el límite y enfurecernos ante determinada situación.

5. No responder ni tomar una decisión si estamos enojados o shockeados. Tomarse un tiempo, intentar volver a la serenidad para entender lo que sucedió y, una vez tranquilos, responder o tomar una decisión.

6. Conocerse a sí mismo para entender qué nos desencaja, qué nubla nuestro juicio. Si sabemos que vamos a estar frente a una persona o una situación hostil, prepararnos para ser positivos y mantener la calma, para buscar los intereses comunes y plantear la cuestión desde ese lado. 

7. Practicar técnicas de relajación y autocontrol. Es más sencillo de lo que parece y ayuda notablemente a manejar las emociones: respirar profundamente, cerrar los ojos durante 3 segundos, contar hasta 10 para no responder con gritos o decir algo de lo que podamos arrepentirnos. Incluso, en una situación límite, se puede sugerir tomarse un tiempo, lo que ayuda a relajar del foco de tensión y volver más tarde para ver las cosas desde otro ángulo.

8. Pedir disculpas ante un arrebato. Si bien el ideal es no llegar a ese momento, si estuvimos mal con alguna respuesta (modo, tono) o comportamiento en un momento de alto stress, hay que pedir disculpas. No se puede borrar lo sucedido, pero un mal momento puede tenerlo cualquiera. Atención: que no se vuelva costumbre, si no, corremos el riesgo de que no acepten nuestra disculpa o hasta que se tome alguna medida ante reiteradas conductas impropias. 

9. Hacer ejercicio físico para bajar tensiones. Aunque parezca algo muy tonto, es una gran ayuda descargar emociones con kick-boxing, saltando a la soga, andando en bicicleta, trotando o bailando.

Plantear el discurso desde lo positivo. Especialmente cuando haya que comunicar algo que no será agradable para el otro, fundamentar decisiones destacando los aspectos positivos, por ejemplo: “debes seguir trabajando en tal aspecto y pronto lograrás el objetivo”; “es preferible que no sigas siendo el contacto con tal cliente, puedes continuar con estos otros”.

Es posible gestionar emociones en el trabajo; requiere de nuestra flexibilidad, capacidad de resiliencia, escucha y pensamiento crítico. Se trata de una habilidad que hay que desarrollar y profundizar.

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