3 de mayo de 2024
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La época del continuo aprendizaje y la transformación digital: una historia de ‘Upskilling’, ‘Reskilling’ y ‘Lifelong learning’

La época del continuo aprendizaje y la transformación digital: una historia de ‘Upskilling’, ‘Reskilling’ y ‘Lifelong learning’

Actualmente, formamos parte de una época de cambio constante conducida principalmente por la transformación digital, que entre muchas otras cosas nos lleva a hablar de términos como Upskilling, Reskilling y Lifelong learning. La adquisición de nuevos conocimientos y habilidades y la capacidad de adaptarnos resultan clave en este entorno volátil, frenético e incierto.

Pero, ¿somos realmente conscientes de cómo de importantes son estos conceptos y el impacto que pueden tener en nuestra carrera profesional y para nuestros empleadores? No es fácil separar los términos Upskilling, Reskilling y Lifelong learning, pues en muchas ocasiones conviven y se refuerzan entre sí, pero hoy trataremos de aproximarnos con un pequeño relato.

Supongamos que hablamos de Andrea. Andrea estudió empresariales y nada más finalizar comenzó en un trabajo fijo en una sucursal bancaria. Sus tareas giraban en torno a la caja. Tras un mostrador, esperaba con su mejor sonrisa a los clientes, quienes acudían a realizar un sinfín de transacciones financieras como depósitos, retiradas de efectivo o movimientos entre cuentas bancarias.

Upskilling

Cada ciertos meses, Andrea recibía una invitación para realizar una formación desde el departamento de Recursos Humanos: cursos de atención al cliente, de inglés o de ofimática. Esos días tenía que levantarse mucho más temprano, pues, así como la sucursal le quedaba a quince minutos a pie de casa, la oficina donde realizaba las formaciones se encontraba a más de una hora en transporte público. Cada vez que iba veía decenas de nuevas caras, aunque alguna que otra vez también se encontraba con caras conocidas (compañeros de universidad, antiguos compañeros de la sucursal, e incluso una vez se encontró con una amiga del colegio que resultó que trabajaba en una sucursal en la otra punta de la ciudad).

Los años pasaban y seguía recibiendo las mismas convocatorias, casi siempre en los mismos meses del año. A veces, le ilusionaba que llegara esa época del año, en la que salía de su rutina. Aunque es cierto que cada vez que le que cambiaban el programa de la caja, pasaba un periodo bastante entretenida tratando de aprendérselo al dedillo.

Transformación digital y Lifelong learning

Un mes de marzo, recibió por e-mail la invitación que recibía habitualmente por esas fechas. En ubicación, esta vez ponía “pincha aquí” y cuando hizo clic, se abrió una página en la que tenía que introducir usuario y contraseña. Para su sorpresa, después de quince años acudiendo a la oficina central, esta vez haría la formación en solitario, desde su ordenador. A Andrea le encantaba aprender y se había acostumbrado a leer mucha información por su cuenta en Internet. Le gustaba estar al día y a la última, tanto sobre su trabajo como sobre el negocio en general. Le ilusionaba realizar una formación en su ordenador, aunque también echaría de menos la visita a la oficina central, donde últimamente, veía gran cantidad de caras conocidas, entre ellas a dos de sus compañeros, a quienes reubicaron cuando decidieron reducir el número de personas de la sucursal. Con suerte, las formaciones presenciales no cesaron, sino que se empezaron a combinar con esta nueva modalidad.

Reskilling

Un par de años después, todos recibieron los datos de acceso para un nuevo portal donde los empleados podían apuntarse a diferentes cursos. Andrea, decidió apuntarse a uno de programación, para las tardes en las que le tocaba quedarse en la oficina. Todos le dijeron que sería muy difícil, pero hizo caso omiso, esa pantalla de fondo negro con letras de colores no se le resistiría. Con algo de tiempo y paciencia superó el curso, y con orgullo decidió estudiar más niveles. Tenía tanto entusiasmo que, aparte de estudiar en la oficina, empezó a dedicar también parte de su tiempo libre a adquirir estos nuevos conocimientos.

Un día, la directora de la sucursal decidió reunir a todos. Empezó su discurso con unas no muy alentadoras palabras: “Me temo que tengo que daros una información que no es agradable”. Les explicó que la sucursal cerraría sus puertas ese verano, y que no tenía mucha información adicional sobre cuáles serían las próximas ubicaciones y responsabilidades de cada una de las personas que trabajaban con ella.

Andrea sintió un vacío. Pasó las siguientes semanas con pena, la oficina era su segunda casa y las personas que allí trabajaban ya eran parte de su familia (incluso aquel con quien regañaba continuamente todas las mañanas). Su sensación de monotonía al realizar su trabajo crecía por momentos, a la par que sentía vértigo al pensar que próximamente podría dejar la caja para siempre. Cada vez tenía más horas libres, por lo que se apoyaba en sus cursos que tanto le distraían y que le daban esperanzas de que era totalmente capaz de realizar otro tipo de tareas.

Una mañana, Andrea volvió a recibir un e-mail en el que se le convocaba a una formación que comenzaba el próximo 28 de septiembre. Cuando vio los detalles casi se asustó, tenía una duración de dos semanas. Se trataba de un curso de programación aplicada a la gestión bancaria. Esa noche casi no pegó ojo pensando en qué haría dos semanas fuera de la oficina. Cuando llegó a la sucursal al día siguiente la directora le pidió hablar en privado: “Andrea, he de comunicarte que el día 27 será tu último día de trabajo en esta sucursal”.

Andrea tiene 50 años y pasa todos los días por delante del bar “Play&Games Café”, local en el que anteriormente se encontraba la sucursal bancaria donde trabajó media vida. Andrea es líder de equipo, y tiene a su cargo a un grupo de programadores, juntos se centran en el diseño y mejora de parte de las operaciones bancarias que se realizan en la banca por internet. Andrea siente que tiene una carrera profesional por delante, tiene ilusión y energía, pero con mucha nostalgia entra frecuentemente al “Play&Games Café”, en el que, pese a su nombre, sirven más cervezas que café, y a veces no tiene sitio para sentarse porque está lleno de veinteañeros jugando a juegos de mesa.

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