19 de abril de 2024
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Disciplina social en tiempos de pandemia aplicada al teletrabajo

Disciplina social en tiempos de pandemia aplicada al teletrabajo

“conveRHsaciones”

A raíz de los acontecimientos que se han vivido en países como Holanda y Bélgica (protestas violentas contra las restricciones gubermentales) se habla de la “Disciplina social» como palanca necesaria para poder frenar esta crisis sanitaria.

Ha quedado demostrado que contra esta pandemia no basta con que cada persona individualmente considerada aplique su propia responsabilidad autoexigiéndose el seguimiento de las medidas de protección, es necesario que dentro del grupo seamos capaces de mantener nuestro propio individualismo para no relajar las medidas de protección y al tiempo exigir a los demás su estricto respeto, lo cual no siempre es sencillo por el miedo al descredito, al rechazo, la indiferencia o desconfianza del resto de sus miembros.

La individualidad de la persona tiende a disolverse dentro de un grupo y a quedar subsumida por la de la colectividad, arrastrando a la persona hacia un proceso de alineación de su propia personalidad, hasta el extremo que su conducta acaba siendo absorvida por la de un ente mayor en este caso el grupo, generando el sentimiento de la pérdida de la propia identidad.

Y esa pérdida de la identidad, deviene en abandonar nuestra propia autoexigencia a la hora de protegernos frente al contagio.

Con la «disciplina social» se aboga por el camino contrario, por exigir al grupo que asuma como propia la responsabilidad individual de cada persona, y se exija a todos sus miembros el estricto cumplimiento de las medidas que se han demostrado eficaces para frenar la pandemia.

Grupo es la familia, los amigos, los compañeros de trabajo y en el grupo no debe tener cabida a la desidia en el cumplimiento de las medidas, por lo que como individuos debemos exigir a sus componentes que cumplan las medidas de protección en todo momento.

Sin esta necesaria disciplinaria social no pararemos la pandemia.

Esa misma «disciplina social» es extrapolable y predicable en el campo de los recursos humanos en su vertiente laboral, en los que la disciplina colectiva de las personas trabajadoras permite que la suma de las individualidades ayude a la consecución de los objetivos marcados, gestionando de forma eficaz los egos y los caracteres diversos de cada individuo dentro del colectivo; y al mismo tiempo permite equilibrar la balanza entre los tiempos de trabajo y de descanso.

Hasta el pasado marzo de 2020, ordenar esa disciplina colectiva en pos de un objetivo común era relativamente sencillo, ya que la presencialidad facilitaba una inmediatez en la interacción entre los componentes del grupo y los dos espacios físicos diferenciados entre trabajo y domicilio permitían un sano balanceo entre los tiempos de trabajo dedicados a un proyecto y los tiempos imprescindibles de desconexión dedicados al descanso y a la conciliación. 

Esta pandemia transformó de forma abrupta y tempestuosa nuestra forma de relacionarnos en el trabajo al hacerse imperativo aplicar nuevas fórmulas como el teletrabajo para que la persona trabajadora continuase desempeñando sus cometidos a conveniencia de las empresas y de sus procesos productivos, irrumpiendo el trabajo en los domicilios de las personas trabajadoras como una constante que ha buscado a codazos su espacio en su vida personal y familiar.

El distanciamiento social y el confinamiento autoimpuesto para prevenir el contagio de la enfermedad, se aplicó también a las relaciones laborales y esa distancia en algunos casos sin el correcto seguimiento y comunicación dentro de los equipos que trabajan en remoto acaba por devenir en el aislamiento del individuo.

“Cómo estoy en casa y no hago otra cosa. No puedo salir, aprovecho para adelantar y trabajo con un poquito más”; “se me hace raro no tener el desplazamiento diario al trabajo, voy a aprovechar ese tiempo, que antes empleaba en ir y venir, y así atiendo este último email y mañana no me estará esperando”… Con estas y otras excusas parecidas, la idea de trabajar más horas en la situación que llevamos viviendo desde el pasado mes de Marzo de 2020 ha ido adquiriendo el estatus de normalidad en nuestro día a día.

Por estar más horas delante de un ordenador no significa que se incremente la calidad del trabajo, al contrario, la salud, la conciliación, los resultados, la motivación hacia al trabajo, las relaciones con los compañeros de trabajo acabarán viéndose resentidas.

Este año 2021 es imperativo organizarse para trabajar siempre en nuestros tiempos de calidad y respetar nuestros momentos de descanso; trasladándolo así a los equipos con un seguimiento continuo por parte de quienes los lideran, sobre todo para aquellos que trabajan en remoto.

Debemos fomentar entre las personas trabajadoras el seguimiento de una “disciplina laboral” implementando normas y procedimientos de obligado seguimiento que con el devenir del tiempo acaben por convertirse en costumbre, ya que es preciso reeducar nuestra clásica concepción de la prestación del trabajo a las nuevas fórmulas impuestas, aún cuando pensemos que son de aplicación eventual o transitoria.  

Es preciso que desde las áreas de personas y recursos humanos de las empresas, entre otras medidas, propiciemos la implementación de políticas generales de desconexión (incluida su vertiente digital) y conciliación eficaces y publicitarlas entre todos los componentes de la organización para su conocimiento y aplicación, y en caso de estar ya implementadas o tras ésta, auditar su efectividad estableciendo indicadores que nos permitan conocer el grado de seguimiento y cumplimiento de las mismas, ya que no sólo basta con tenerlas y publicitarlas, hay que trabajar por su correcta aplicación en todos los niveles de la organización.  

Fomentar un feedback y comunicación continuos dentro de los equipos de trabajo tanto colectivo como individual nos ayudará en este cometido, ya que permitirá conocer al grupo y al individuo pautas e información para ser más eficientes y aplicar cambios en sus rutinas laborales de manera gradual y ordenada, marcándose así la pauta a un esfuerzo común eficaz orientado al resultado, que nos permita eludir la suma de sobreesfuerzos individuales ineficientes que generen frustración al colectivo.

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