En el entorno profesional, el autocuidado se ha convertido en una estrategia fundamental para fomentar hábitos saludables, así como para reducir el estrés y prevenir conflictos. Esta práctica comprende un conjunto de acciones destinadas a mantener y fortalecer el bienestar físico, emocional y mental, tanto a nivel individual como colectivo. Por ello, al incorporarse a la cultura organizacional, contribuye a generar ambientes más equilibrados y sostenibles, al tiempo que potencia la cohesión y el desempeño de los equipos.
Sin embargo, tal y como revela el informe Cigna International Health Study, solo un 28 % de las personas en España percibe que en su entorno profesional se promueva activamente la salud y el bienestar, lo que refleja una percepción generalizada de falta de apoyo en este ámbito y puede favorecer la aparición de riesgos psicosociales que, definidos por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), están relacionados con tres áreas principales. La primera es la organización del trabajo, que incluye cómo se planifican, estructuran y distribuyen las tareas. La segunda, aborda el contenido del trabajo, que abarca las características propias de las responsabilidades del puesto, como su dificultad, variedad o autonomía. Y, por último, la tercera se refiere a las relaciones profesionales, que engloban la calidad de la comunicación, el apoyo en el quipo y el ambiente entre compañeros y superiores.
Como resultado, uno de los principales riesgos psicosociales es el estrés laboral, que surge cuando las demandas del trabajo superan los recursos personales para afrontarlas. Además, también son considerados como tal, la sobrecarga de trabajo, la falta de control sobre las tareas, los horarios prolongados, la ambigüedad en los roles y un clima organizacional conflictivo o poco colaborativo, entre otros. Por lo tanto, la exposición continuada a estas condiciones puede desencadenar respuestas físicas, emocionales y conductuales que, si no se gestionan a tiempo, derivan en fatiga crónica, trastornos del sueño, dificultades de concentración, ansiedad y un aumento general del malestar, afectando tanto el bienestar individual como el rendimiento laboral.
En este contexto, es importante tener en cuenta estrategias preventivas que ayuden a reducir el impacto de los riesgos psicosociales, siendo una de ellas, el autocuidado. Su incorporación en la rutina diaria, a través de hábitos de autorregulación emocional, prevención física y bienestar mental, puede favorecer una mejor adaptación a las exigencias profesionales, reducir la incidencia del estrés y mejorar el clima organizacional.
“El autocuidado debe entenderse como una competencia estratégica que va más allá del plano individual. En el contexto organizativo, puede considerarse como una herramienta para prevenir riesgos psicosociales, como el estrés crónico”, señala Amira Bueno, directora de Recursos Humanos de Cigna Healthcare España. “Pero para que estas prácticas sean realmente efectivas, es necesario integrarlas dentro de metodologías laborales que fomenten la autonomía, la regulación emocional y la claridad en la distribución de tareas. Esto no solo permite responder mejor a las demandas cotidianas, sino también construir entornos más sostenibles, donde el bienestar sea una prioridad compartida y no una responsabilidad aislada. Apostar por una cultura del autocuidado implica activar todos los recursos disponibles para preservar la salud mental, física y emocional de los equipos, y garantizar, así, su equilibrio a largo plazo.”
Para fortalecer el autocuidado en el entorno laboral y mejorar la gestión de los riesgos psicosociales, los expertos de Cigna Healthcare han detallado una serie de consejos:
- Diseño participativo de espacios físicos y virtuales que favorezcan el bienestar.Involucrar a los equipos en la creación o adaptación de su entorno de trabajo para que sea ergonómico, luminoso y que permita zonas de desconexión contribuye a una cultura de autocuidado integral, que incluye tanto el bienestar físico como emocional. Se trata de poner a los empleados en el centro y considerar sus necesidades reales en el diseño y rediseño de los espacios laborales, por ejemplo, de iluminación, mobiliario o zonas de concentración. Al implicar a las personas en el diseño de sus espacios, se fomenta el autocuidado al promover entornos que respeten las necesidades físicas y emocionales, además de fomentar el bienestar general.
- Programas de liderazgo participativo.Implementar medidas para que los diferentes miembros del equipo asuman responsabilidades de coordinación o liderazgo de reuniones o proyectos, facilita el desarrollo de habilidades directivas y evita que el peso del liderazgo recaiga siempre en la misma persona, a la vez que valida las habilidades de todo el equipo, que adquieren un papel protagonista en la consecución de resultados. Formarles en paralelo en programas de desarrollo de habilidades apoyados por programas de mentoría, puede reforzar el autocuidado del equipo, al evitar la concentración de responsabilidades y cronificación del estrés en las figuras de liderazgo.
- Equipos multidisciplinares con autonomía para autogestionar el flujo de trabajo.Crear grupos de trabajo con perfiles diversos que tengan capacidad para decidir y organizar sus propias tareas, promueve la responsabilidad compartida y la flexibilidad. Además, esta iniciativa de autogestión reduce la sensación de falta de control, una de las posibles causas del estrés laboral. Una de las maneras para poder implementar esta iniciativa, es mediante la organización de modelos de trabajo por objetivos, dando autonomía a los equipos para gestionar sus prioridades, planifiquen internamente sus calendarios, distribuyan tareas según fortalezas individuales y ajusten horarios para equilibrar cargas laborales. De esta forma, esta medida potencia el autocuidado al permitir que cada persona gestione su energía, tiempos y pausas según sus propias necesidades, lo que reduce el agotamiento mental y promueve una mayor satisfacción laboral.
- Sensibilización acerca del autocuidado y la desconexión.Diseñar planes de bienestar que fomentan el autocuidado, físico y mental, respetando y cuidando los tiempos de trabajo y descanso y fomentando una cultura de equilibrio. Implica estar atentos a la sobrecarga de tareas en áreas concretas, promoviendo además el desarrollo continuo y formación de nuevas habilidades, así como explicitar el papel protagonista de cada persona en la priorización del bienestar propio y del de los miembros del equipo logrando los resultados de manera sostenible. Por ejemplo, se pueden diseñar programas anuales de acciones específicos para mejorar el bienestar físico, mental, social, de desarrollo profesional y/o financiero, que den respuesta a las necesidades individuales en las distintas etapas de la vida. Al incorporar variedad y aprendizaje continuo, esta acción apoya el autocuidado al prevenir el agotamiento emocional, mantener la motivación y reforzar el sentido de propósito en el trabajo.
- Gestión estratégica de roles para prevenir el desgaste psicosocial. Promover una cultura de promoción interna y planes de rotación de tareas, equipos multidisciplinares o proyectos que permitan a las personas variar sus responsabilidades (o conocer el impacto en otras áreas), puede contribuir a evitar la monotonía y, por lo tanto, a reducir la sobrecarga, promoviendo además el desarrollo continuo y formación de nuevas habilidades. Por ejemplo, se pueden diseñar itinerarios de desarrollo con rotaciones planificadas, donde las personas conozcan las diferentes funciones dentro del equipo o participen en proyectos interdisciplinarios, y se puede trabajar desde la comunicación para que los distintos equipos conozcan los retos y dificultades de áreas relacionadas con la suya para incrementar el propósito compartido.