30 de septiembre de 2025

El estrés devora a las empresas

Hoy por hoy, hablar de salud mental en el trabajo ya no es una cuestión tabú, sino, sencillamente, una necesidad. Según el estudio Radiografía de la Salud Mental en el Entorno Laboral, elaborado por Savia, la plataforma digital de salud de Mapfre, uno de cada dos trabajadores que acude a un profesional de la salud mental ofrecido por su empresa lo hace por motivos relacionados con el estrés.

El dato no debería sorprender. La hiperconectividad, los plazos imposibles, la inestabilidad contractual, la dificultad para conciliar y la cultura del “estar siempre disponible” han convertido al trabajo en un terreno fértil para el desgaste emocional. Lo preocupante es que, pese a esta evidencia, solo un 12% de las empresas en España ofrece servicios de asistencia psicológica, cuando está demostrado que un 75% de los trabajadores cree que estos servicios reducirían las bajas laborales y mejorarían la productividad.

Ahora bien, más allá de lo que hagan —o no hagan— las empresas, los propios trabajadores necesitamos estrategias personales para no quedar atrapados en la espiral del estrés. La responsabilidad compartida no significa resignación: podemos gestionar mejor nuestra energía, nuestras relaciones laborales y la manera en que afrontamos los desafíos del día a día.

Estrategias contra el estrés

El estrés puede no desaparecer, pero sí atenuarse. La primera estrategia consiste en aprender a priorizar. No todo lo urgente es importante, y no todo lo importante exige inmediatez. Establecer una jerarquía realista de tareas ayuda a reducir esa sensación de estar permanentemente ahogado.

La segunda clave está en la gestión del tiempo. Programar pausas, respetar los descansos y aprender a decir “no” son herramientas tan básicas como poco practicadas. La productividad no se mide en horas frente a la pantalla, sino en la capacidad de resolver con calidad lo que se nos pide.

En tercer lugar, resulta fundamental delimitar el espacio personal del profesional. La desconexión digital después de la jornada es un derecho, pero también un hábito que debemos cultivar. Apagar notificaciones del correo laboral y establecer rutinas fuera del trabajo —leer, hacer deporte, dedicar tiempo a la familia o simplemente descansar— refuerza la salud emocional.

Estresores a evitar

Existen detonantes claros que disparan los niveles de ansiedad en el entorno laboral. El primero es la cultura del perfeccionismo extremo, que convierte cada error en un drama. El segundo, la sobrecarga crónica de tareas, fruto de la falta de organización o de jefaturas que delegan sin criterio. Y un tercero, más invisible, pero igualmente dañino: la competitividad tóxica entre compañeros, que erosiona la confianza y alimenta la inseguridad.

Detectar estos estresores es un primer paso. El segundo es decidir qué batallas merecen la pena y cuáles no. No se trata de ignorar los problemas, sino de evitar que nos devoren.

El ambiente laboral está moldeado tanto por las dinámicas de la empresa como por las relaciones personales que construimos dentro de ella. Y aquí también hay margen de elección. Rodearse de compañeros colaborativos, positivos y empáticos no solo facilita el trabajo, sino que reduce la sensación de aislamiento. Al contrario, conviene mantener cierta distancia respecto a perfiles más negativos, conflictivos o excesivamente competitivos, que suelen contagiar su malestar al resto.

No es cuestión de caer en amiguismos, sino de practicar una especie de “higiene emocional”: saber a quién acudir para resolver un problema, con quién compartir ideas y de quién protegerse para no cargar con tensiones ajenas.

El papel de las empresas

Las personas podemos implementar estrategias, pero las organizaciones no pueden escudarse en ello para eludir su responsabilidad. El informe de Savia revela que el 67% de quienes reciben servicios de salud mental los consideran relevantes a la hora de aceptar un empleo, porcentaje que llega al 90% entre quienes ya los han usado. En otras palabras, el bienestar emocional es un factor de retención y atracción de talento.

Las compañías que no lo entiendan corren el riesgo de quedarse atrás en un mercado laboral cada vez más consciente del valor del equilibrio emocional. Ofrecer apoyo psicológico, flexibilizar horarios, promover la conciliación y capacitar a líderes en gestión humana no son “detalles”, sino estrategias empresariales inteligentes.

Una inversión, no un gasto

La salud mental no puede seguir viéndose como un coste adicional. Cada baja laboral, cada error derivado del agotamiento o cada fuga de talento motivada por un ambiente tóxico sale mucho más caro que implementar políticas de bienestar. La ecuación es clara: trabajadores más tranquilos, motivados y cuidados generan empresas más sostenibles,

El estrés laboral es una epidemia silenciosa, pero no inevitable. A nivel individual, podemos blindarnos con rutinas de autocuidado, con una gestión inteligente de nuestro tiempo y con relaciones laborales saludables. A nivel colectivo, las empresas deben asumir que la salud mental ya no es un tema secundario, sino el núcleo del futuro del trabajo. Porque un entorno laboral sin salud mental es, sencillamente, un lugar donde nadie debería trabajar.

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