5 de septiembre de 2025

El futuro del trabajo será por proyectos

MAYTE V

Hace unos meses decidí iniciar una nueva etapa profesional tras más de tres décadas en una misma empresa. Cuando lo contaba, la reacción más habitual era una mezcla de admiración y sorpresa: “Qué valiente… ¿por qué dejar algo tan estable?”. La verdad es que, en mi trayectoria, había disfrutado el valor de trabajar por proyectos y estaba convencida de que esa forma de organizar el trabajo no era solo una elección personal, sino la tendencia que marcará el futuro.

Durante décadas, el puesto fijo fue la unidad básica del trabajo. Una persona entraba en una empresa, ocupaba una posición y construía ahí toda su carrera.

Esa forma de trabajar está dejando paso a otra. la de la economía de los proyectos (gig economy). Cada vez más compañías operan como ecosistemas de talento donde conviven empleados, consultores de grandes firmas y profesionales independientes que se activan según la misión o el reto. Harvard Business Review lo resume de forma contundente: “los proyectos están desplazando a las operaciones como motor de creación de valor”.

Detrás de este cambio hay tres fuerzas que lo empujan. La primera es claramente tecnológica. La inteligencia artificial y las herramientas digitales permiten desagregar el trabajo en entregables claros, trazables y medibles. La segunda es estratégica porque las organizaciones necesitan agilidad y time-to-market en un entorno competitivo donde las estructuras rígidas restan velocidad. Y la tercera es cultural. Cada vez más profesionales cualificados prefieren carreras portafolio, trabajando en diferentes proyectos y sectores, con mayor flexibilidad y aprendizaje continuo.

En España, este fenómeno se está consolidando con fuerza. Los autónomos representan más del nueve por ciento de los ocupados y el número de profesionales freelance se ha duplicado en apenas un año. La mayoría declara que prefiere esta forma de trabajo frente a un empleo tradicional y dos de cada tres se muestran satisfechos con sus ingresos. Al mismo tiempo, más del sesenta por ciento de las empresas, especialmente pymes, reconoce que no logra encontrar los perfiles que necesita. Esa tensión entre demanda y oferta abre un espacio natural para el trabajo por proyectos.

El auge de plataformas tecnológicas confirma la tendencia. Algunas, especializadas en talento freelance, conectan ya a miles de profesionales con compañías como Microsoft o Telefónica y acaban de cerrar rondas de financiación de millones de euros para consolidar su expansión. No hablamos solo de marketplaces. Cada vez más empresas buscan directamente a expertos y expertas con nombre y apellidos, profesionales cuya reputación y experiencia se convierten en garantía de impacto inmediato.

La inteligencia artificial es otro acelerador. El llamado business as usual, el trabajo del día a día, está siendo sustituido progresivamente. Lo que permanece -y crecerá -es aquello que la IA no puede resolver sola: problemas complejos que se resuelven con proyectos con principio y fin y con equipos diversos que requieren liderazgo, creatividad y colaboración. La unidad de valor ya no es el puesto, sino el proyecto.

Este modelo también aporta beneficios evidentes para las personas. La flexibilidad es uno de ellos, pero no el único. El aprendizaje continuo es más real cuando se enlazan proyectos distintos, en contextos diferentes, frente a la repetición prolongada en un mismo rol. Algunos estudios señalan que, transcurridos tres años en un mismo puesto, la curva de aprendizaje se aplana y apenas se producen cambios significativos. Por eso, las empresas más innovadoras ya promueven rotaciones cada dos o tres años para mantener vivo el dinamismo de sus equipos.

Por supuesto, trabajar por proyectos exige asumir incertidumbre y organizarse de manera distinta. Hay que saber priorizar, cuidar la red de relaciones y diseñar un sistema propio que permita gestionar varios retos a la vez. Lo que a simple vista parece fragilidad se transforma en fortaleza:  autonomía, diversidad de experiencias y una carrera más rica en aprendizajes.

Lo que hace poco podía verse como una decisión arriesgada empieza a consolidarse como tendencia de futuro. La “Gig economy” no es una moda pasajera, sino un cambio estructural que está reconfigurando cómo trabajan las empresas y cómo construimos nuestras carreras. El reto para las organizaciones será aprender a orquestar ecosistemas de talento híbridos. Y para los profesionales, atreverse a dar el paso hacia una forma de trabajar que ofrece flexibilidad, aprendizaje y la oportunidad de reinventarse. Así lo estoy viviendo yo.

El futuro del trabajo será por proyectos, o no será.

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