31 de julio de 2025

Gracias, RRHH

<<Hombre, Edgar. ¡Cuánto tiempo!>> Abrí los ojos, casi patidifuso. En medio de toda esa maraña de personas que se movían de tienda en tienda, se alzaba, cual una estatua, un hombre alto y fornido, mientras extendía los brazos. Busqué entre los cajones de mi memoria sin éxito alguno. ¿Quién sería? El hombre me sonreía de oreja a oreja.  

<<¿No me reconoces? Soy Juan Cortázar, el de la empresa K****.>> Mi cabeza hizo click. ¡Hostia! ¡Juan Cortázar! Si lo tenía en LinkedIn y veía sus posts regularmente… La foto de su perfil no se parecía en nada al rostro que tenía delante.

Fui a darle la mano, pero él me ofreció un abrazo ineludible. Por un momento me sentí descolocado, pues no entendí a qué venía tanta emoción. Simplemente, yo lo había entrevistado un tiempo atrás en un proceso de selección y había enviado su candidatura  a la empresa donde actualmente él estaba trabajando. Nada extraordinario. ¿O no? Yo sólo había hecho mi trabajo. 

<<¿Tienes prisa? Me gustaría agradecerte lo que hiciste por mí cuando estuve en el proceso de selección. Déjame invitarte a un café.>> Yo me quise negar, en vano: él insistió, más terco que una mula. Realmente andaba yo un punto apurado, pero su abrazo y su alegría al verme merecían mi tiempo. 

<<No sabes lo agradecido que estoy de que convencieras a Francisco para que me entrevistase>>, me empezó a contar tras acomodarnos en una cafetería del centro comercial. <<A los meses de empezar me lo explicó todo, y la verdad es que nunca había encontrado el momento ideal para agradecértelo. ¡Por fin se me ha dado la oportunidad!>>

Me contó un montón de cosas; la grandísima mayoría las ignoraba. Cuando nos despedimos, tras otro abrazo, me fui de camino al coche sumido en mis pensamientos. Por sus palabras. Por sus comentarios. Por su semblante. Genuinamente había revelado su felicidad por llevar ya casi 2 años en K****, donde recientemente lo habían ascendido a responsable comercial. Él, que había estado muy amargado en su anterior trabajo, renació con esa nueva oportunidad, en la que yo, según él, había sido clave: convencí al Director Comercial para que lo entrevistase, después de que ni hubiese considerado su candidatura. 

GRACIAS. 

Esa palabra había flotado en el aire durante la conversación en varias ocasiones. Yo, de corazón frío, me lo acabé creyendo. Ahora, mientras conducía, sonreía, exultante, agradecido con mi trabajo. Resultaba muy irónico que por la mañana hubiese salido de casa asqueado, tras una semana de tensiones con los clientes y de procesos de selección estancados. Y resultaba aún más irónico que minutos antes del encuentro con Juan yo me hubiera apuntado a un par de ofertas que se alejaban completamente de RRHH. 

GRACIAS.

Sentí entonces, mientras aguardaba a que el semáforo se pusiera verde, que trabajar en la parte de selección era, en verdad, gratificante. Si me ponía a recapitular, el momento aquel en que llamabas a un candidato/a finalista para informarle de que la empresa quería contratarle era un momento sumamente emotivo. No veías su rostro por el teléfono, pero te lo imaginabas sonriendo como el que más. Bueno… no siempre pasaba, quizá alguien te rechazaba la oferta. Afortunadamente, empero, no ocurría frecuentemente, pues yo procuraba asegurarme de que las personas entrevistadas por el cliente final quisieran el trabajo. 

GRACIAS.

Distintos flashes me vinieron a la cabeza. De voces de chicos, chicas, mujeres, hombres, todos alegrándose sobremanera por conseguir el trabajo. Yo, frívolamente y sarcásticamente, me autoproclamaba el Papá Noel del trabajo. Y en verdad lo era, y no acababa de concienciarme de los nuevos aires que le aportaba a tantísima gente. Al final, en mi cabeza, todo se reducía a cerrar o no cerrar procesos de selección, con el orgullo personal merodeando en mi corazón. Porque ese era mi trabajo, ¿no? Satisfacer a los clientes con una necesidad, la cual era contratar a un trabajador/a. ¿No?

GRACIAS.

Ése era el error, cuando el trabajo carecía de alma y se transformaba en un mero objetivo. Cuando uno se olvida de que está trabajando con personas. Justo en el momento en que mi cabeza reconectaba con las personas, mi trabajo volvía a tener sentido. Porque un gracias expresado de todo corazón posee mucha fuerza. ¿O me equivocaba? No importaba el tiempo transcurrido en encontrar a la persona, o en lo difícil que resultaba el perfil: yo quería ayudar a las personas a crecer. 

GRACIAS.

Sonreí más que nunca mientras me adentraba en la ciudad y me acercaba a casa. Pensé en Mario, que tuvo la oportunidad de empezar un trabajo súper chulo en biomedicina. O en Laura, que le permitía cumplir su sueño de dirigir un equipo. ¡O cómo olvidar a Jorge Enrique!, que había venido a España con una mano adelante y otra atrás y disfrutó de su primer trabajo en España tras muchos meses persiguiéndolo.

GRACIAS.

A veces yo desvirtuaba el trabajo. Cuando uno se tropieza, y cae más de una vez, la rabia y la frustración se apoderan de uno. Lo alejan de la esencia. No podía dejar que algunos clientes amargasen mi trabajo por no valorar la selección, o algunos candidatos por no prestar atención a las ofertas a las que aplican. O algunas consultoras por usar las comisiones para que los reclutadores buscasen un perfil. No era necesario desvirtuar tan vilmente. Se sucedían muchos momentos maravillosos como los de hoy, que le daban mucho sentido a todo, más de lo que uno puede enumerar.

GRACIAS.

Alcancé mi plaza de parking. Tras salir y enfilar hacia casa,  me acordé también de aquella empresa de Pallejà que me había invitado a un evento propio. <<Edgar, tienes que venirte. Has hecho muchas selecciones para nosotros y nos has ayudado con grandes incorporaciones. Una parte del éxito es tuyo.>> Al escucharlo me llené mucho de satisfacción; poco después me lo cogí con pinzas: en un mundo donde todo es negocio, nada resulta gratis. Sin embargo… ¿Y si lo habían dicho con toda la sinceridad del mundo? Ahora, al reflexionarlo mejor, no me daba tanta pereza ir, y el lunes, al volver al trabajo, aceptaría la invitación. A lo mejor sí que había empresas que valoraban la selección del personal como se merecía, que realmente apostaban genuinamente por la palabra <<talento>>. Quizás sí que, después de todo, había personas que no creían eso de que << leer un CV lo puede hacer cualquiera>>.

GRACIAS.

Ya en casa, rememoré todos aquellos pensamientos que habían revoloteado en mi cabeza en las últimas semanas. Que si muchas de las selecciones eran lo mismo de siempre. Que si no valoraban mi trabajo. Que si en RRHH no pagaban bien. Que si la IA nos quitaría el puesto. Que si sólo caían perfiles casi imposibles de encontrar. ¡Ay, cuánta confusión! Había llenado mi cabeza de muchos pensamientos negativos. De tantos, que me había olvidado de los buenos momentos que te da RRHH. Eso tenía que enmendarlo, ¿pero cómo? Entonces me acordé de un libro que había leído recientemente y agarré mi diario personal y me puse a escribir unas palabras de agradecimiento antes de echarme a cocinar. Decían así:

  • Gracias, RRHH, por el encuentro de hoy con un candidato al que ayudé a obtener un nuevo empleo.
  • Gracias, RRHH, por cruzarme con decenas de personas diferentes que me enseñan la riqueza de la vida y su complejidad. 
  • Gracias, RRHH, porque las empresas crecen y yo soy partícipe de su crecimiento, aportándoles talento. 
  • Gracias, RRHH, porque represento ese aire nuevo que le hace a las personas creer en un nuevo mañana. 
  • Gracias, RRHH, porque con nuestras formaciones proporcionamos a los empleados/as un pasito más hacia un gran liderazgo. 
  • Gracias, RRHH, porque tratamos con personas maravillosas y llenas de luz, que iluminan nuestras vidas.   
  • Gracias, RRHH, por recordarnos que somos personas trabajando con personas, con sus inquietudes, con sus reflexiones, con sus temores, con sus preocupaciones, con sus alegrías o con sus ilusiones.
  • Gracias, RRHH, porque hay mucho descubierto pero mucho más por descubrir en el mundo de la mente y del corazón humano. 
  • Gracias, RRHH, porque cada día buscas mil y una formas de que las personas estén en el centro. 
  • Gracias, RRHH, porque incluso en el despido abres la puerta a una nueva oportunidad. 
  • Gracias, RRHH, por todo lo mencionado y por todo aquello maravilloso que aún ignoro de tu mundo. 

Mientras preparé la comida, todas esas palabras resonaron en mi cabeza, una y otra vez. Definitivamente, no me iría de donde estaba. No podría. Quizá buscaría un puesto similar con mayor retribución, o quizá lideraría un departamento. El trabajo me aportaba muchas cosas buenas, a la vez que yo le aportaba muchas cosas buenas. Sería absurdo dejarlo. 

Piedras, o baches, o agujeros en el camino siempre habría. De eso no existía duda alguna. Empero, el placer en ese camino siempre superaría el obstáculo.

GRACIAS. 

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