Hay una escena que se repite últimamente en muchas reuniones.
Y, entre tú y yo, da igual si es una pyme de 40 personas o una gran organización con sedes en media Europa.
Alguien suelta, con cara de quien va muy por delante:
“Hay que subirse al carro de la IA. No podemos quedarnos atrás.”
Y acto seguido, todos asienten.
Pero luego pasa algo muy curioso cuando preguntas: “¿y cómo se están preparando vuestros líderes para ese cambio?”, es entonces cuando, muchas veces, la sala se queda en silencio.
A veces alguien añade tímidamente:
“Bueno… estamos haciendo algunas formaciones técnicas.”
Y ahí es donde se está cometiendo uno de los errores más serios del momento.
Por supuesto que hay que entender cómo funciona un prompt o qué puede automatizar ChatGPT.
Pero la pregunta más importante no es esa.
Es otra mucho más incómoda:
¿Cómo cambia la forma de liderar cuando tus equipos tienen acceso a una tecnología que puede saber más que tú, responder más rápido que tú y tomar decisiones mejor que tú?
Esto no va de saber usar IA.
Va de cómo el liderazgo necesita reenfocarse cuando el conocimiento deja de ser poder… y pasa a ser commodity.
Los líderes de antes (y de muchas organizaciones actuales) se formaron con la idea de que su valor estaba en saber más, decidir más rápido y tener visión.
Todo eso sigue importando, pero en un contexto donde una herramienta puede generar veinte alternativas estratégicas en segundos, lo que diferencia a una persona líder ya no es su capacidad de análisis.
Es su capacidad de discernir.
De interpretar lo que no está escrito.
De poner humanidad donde la máquina solo puede poner datos.
De hacer buenas preguntas.
En otras palabras: la inteligencia artificial pone en jaque a quienes no han desarrollado su inteligencia emocional.
Liderar en la era de la IA exige otro tipo de habilidades.
Capacidad de generar confianza cuando la incertidumbre crece.
Capacidad de comunicar con claridad lo que la tecnología no puede explicar.
Capacidad de asumir decisiones complejas, incluso cuando los datos dicen una cosa, pero las personas sienten otra.
Y, sobre todo, exige una cosa que cuesta más de lo que parece: humildad.
Humildad para reconocer que ya no lo sabes todo.
Que no tienes que parecer infalible.
Que tu rol ha cambiado.
Y que liderar no es tener las respuestas, sino tener las mejores preguntas.
He visto equipos bloquearse porque su líder no sabía cómo integrar la IA sin sentirse amenazado.
Y también he visto líderes que, sin saber programar ni una línea de código, han sido capaces de hacer avanzar a su organización porque entendieron algo clave: que el cambio no es solo técnico, sino cultural.
Por eso insisto tanto en que la transformación digital no sirve de nada si no viene acompañada de una transformación del liderazgo.
Porque puedes comprar la mejor herramienta del mercado… pero si quien toma decisiones sigue anclado en viejos modelos de poder y control, lo único que estarás haciendo es acelerar tus propios errores.
¿Están tus líderes preparados para eso?
No me refiero a si saben usar Midjourney o automatizar tareas en Notion.
Me refiero a si saben escuchar.
Si saben adaptarse.
Si saben gestionar el miedo que sienten sus equipos (y el suyo propio).
Si están dispuestos a revisar su identidad profesional, incluso cuando eso les confronte con sus inseguridades.
La IA va a cambiar muchas cosas, eso parece seguro.
Pero la calidad del liderazgo seguirá siendo el factor que determine si ese cambio sirve para mejorar… o para deshumanizar aún más las organizaciones.
Y eso, con permiso de los algoritmos, sigue siendo una decisión profundamente humana.