8 de julio de 2025

El motor del cambio es el talento

Imagina que compras el software más puntero del mercado. Lo implementas con bombos y platillos, haces una presentación espectacular, y al día siguiente… nada cambia. Los procesos siguen igual de lentos, los equipos siguen sin colaborar, y la promesa de la transformación digital se queda en eso: una promesa. ¿Te suena? Porque esto pasa más de lo que nos gusta admitir.

La tecnología, por sí sola, no transforma. Lo hacen las personas. Y si no ponemos al talento en el centro de cualquier cambio tecnológico, estamos condenados a fracasar. Así de claro.

Vivimos en una época donde la innovación tecnológica avanza a una velocidad vertiginosa. Inteligencia artificial (en todas sus versiones) automatización, plataformas colaborativas, herramientas de analítica avanzada… Todo suena a que es el presente, a que es urgente, que se necesita. Pero hay una trampa: muchas organizaciones siguen creyendo que adoptar tecnología es solo una cuestión de comprar licencias y hacer una formación de dos horas. Spoiler: no lo es.

La tecnología es un habilitador, no un fin. Y si no se acompaña de una estrategia clara de gestión del cambio, de desarrollo de capacidades y de una cultura que abrace la innovación, lo único que estamos haciendo es poner parches digitales a problemas humanos. Y eso, en el mejor de los casos, solo maquilla la ineficiencia. En el peor, genera frustración, resistencia y desmotivación.

Aquí es donde entra el talento. No como un “recurso humano” que hay que gestionar, sino como el verdadero motor de la transformación. Porque son las personas quienes aprenden a usar las nuevas herramientas, quienes cambian sus formas de trabajar, quienes se atreven a experimentar y a equivocarse. Y eso no ocurre por arte de magia. Requiere liderazgo, comunicación, acompañamiento, y sobre todo, una cultura que no penalice el error, sino que lo vea como parte del proceso de aprendizaje.

También requiere identificar a los embajadores del cambio, a esos perfiles que contagian entusiasmo y que pueden ser referentes dentro de sus equipos. Requiere invertir en formación continua, no como un “beneficio”, sino como una necesidad estratégica. Y, sobre todo, requiere humildad. Porque ningún cambio profundo ocurre sin escuchar a quienes están en la trinchera, sin entender sus miedos, sus dudas, sus resistencias. El talento no se gestiona desde una hoja de Excel, se acompaña desde la empatía.

Uno de los errores más comunes que veo en muchas organizaciones es separar la estrategia tecnológica de la estrategia de talento y cultura. Como si fueran dos mundos distintos. Como si implantar un nuevo CRM no tuviera nada que ver con cómo se comunican los equipos comerciales. Como si automatizar procesos no afectara a la motivación o al sentido de propósito de quienes los ejecutaban. La realidad es que todo está conectado. La tecnología cambia la forma en que trabajamos, y eso impacta directamente en la cultura organizacional. Si no gestionamos ese impacto, lo que obtenemos es resistencia, frustración y, en el peor de los casos, abandono.

Y no, no basta con poner una mesa de ping-pong o hacer un afterwork para hablar de cultura. Se trata de cómo se toman las decisiones, de cómo se lidera, de cómo se reconoce el esfuerzo y se permite el aprendizaje. Se trata de crear entornos donde las personas se sientan seguras para probar, para cuestionar, para crecer.

La próxima vez que pienses en transformación digital, piensa también en transformación humana. Involucra al talento desde el principio. No impongas herramientas, co-crea soluciones. Escucha a quienes van a usarlas. Explica el “para qué” del cambio, no solo el “cómo”. Diseña experiencias de aprendizaje que conecten con la realidad del día a día. Celebra cada pequeño avance. Haz visible el esfuerzo de quienes se adaptan. Y sobre todo, cuida la cultura. Si la cultura no acompaña, la tecnología se convierte en un cuerpo extraño.

La transformación digital no va de herramientas, va de mentalidades. Va de cómo ayudamos a las personas a evolucionar, a sentirse parte del cambio, a encontrar sentido en lo que hacen. Porque al final del día, la tecnología más avanzada del mundo no sirve de nada si quienes la usan no están preparados, motivados y comprometidos.

Así que la próxima vez que escuches hablar de “adopción tecnológica”, haz una pausa y pregúntate: ¿qué papel está jugando el talento en todo esto? Porque si no lo ponemos en el centro, lo demás es solo ruido.

Y tú, ¿estás liderando el cambio o solo instalando software?

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