Joaquín, ante todo, es papá de dos hijas. La más pequeña, con la ilusión de los días previos a las vacaciones de Navidad, tenía en el colegio un taller de galletas para compartir con papá o mamá. Joaquín, nuestro responsable de Almacén, avisó con un mensaje en el grupo de WhatsApp de la central:
«Hoy salgo a las 14:30. Voy a acompañar a mi hija pequeña a un taller de galletas navideñas en el cole.»
Detrás de este mensaje sencillo, había mucho más que palabras.
Había amor. El amor de un padre que no quiere perderse esos pequeños-grandes momentos únicos e irrepetibles en la vida de sus hijas.
Pero también había un auténtico programa de conciliación. Una cultura empresarial construida sobre los pilares del compromiso, la confianza y el compañerismo. En nuestra empresa, cada persona tiene acceso a un catálogo de permisos retribuidos para atender lo que de verdad importa: familia, mayores, niños, mascotas y por supuesto, uno mismo. La conciliación aquí no es una excepción ni un privilegio; es una práctica natural. Joaquín podía compartir con tranquilidad el motivo de su salida, porque la confianza en el equipo es mutua y sólida.
Había, además, un cambio cultural que toda la sociedad necesita para replantear los roles de paternidad y maternidad. Fue papá, y no mamá, quien asistió al taller. Porque la paternidad es tan valiosa y necesaria como la maternidad, y las empresas deben normalizar ambas en igualdad de condiciones. El primer día de colegio, una tutoría, una enfermedad, una entrega de notas, un festival de fin de curso… Todos estos momentos son únicos, y los padres también merecen vivirlos plenamente y sus peques.
Y por último, había compañerismo. Desde el grupo de WhatsApp, los compañeros animaron a Joaquín a enviar fotos del taller y hasta le pidieron que trajera unas galletas para probarlas. Es así como, aceptando e interiorizando la equidad, construimos una cultura empresarial basada en valores que permiten a cada persona ser feliz. En nuestro programa de bienestar, con más de 90 medidas, existe siempre una más: la que atiende con sentido común las necesidades humanas que no caben en un listado.
Nos gusta definir esta filosofía como un equilibrio entre alma y estructura. La conciliación no es solo una política o un conjunto de datos medibles; es la esencia que hace que las personas estén realmente en el centro. Es el corazón lo que da vida a cada acción, como esas «galletas navideñas» que hoy nos inspiran.
La gestión de la conciliación debe estar respaldada por análisis constantes, planes de mejora continua y reconocimientos externos como EFR, GPTW, o las acreditaciones de empresas saludables por parte del INSST. Pero tener alma, esa magia que transforma cada política en algo humano y real, no se recoge en los manuales. Es lo que hace que, en una empresa como la nuestra, las historias más sencillas brillen con una luz especial.
Hoy hablamos de galletas navideñas, pero estamos seguros de que el próximo capítulo que surja de nuestro Departamento de Personas será igual de bello e inspirador.