Se ha desterrado de la denominación oficial del “día de la mujer” la palabra “trabajadora” y yo me adhiero a esa tendencia en interés de la corrección y también de la verdad. No sólo porque haya comprobado desde niño que “mujer” y “trabajadora” son conceptos redundantes (¿Alguien conoce a una mujer que no lo sea?) sino porque al menos en lo que a mi campo concierne, el de la formación para el empleo, las mujeres “trabajadoras” o no, manifiestan con los datos una demostrable superioridad sobre los hombres, sean estos o no “trabajadores”. Yo tiendo entonces a ver este día como el de la mujer que vive, que trabaja y que se forma a lo largo de toda su vida, esté activa o esté jubilada. Se forma, en efecto, la mujer ocupada y la que busca un empleo, la que es autónoma o por cuenta ajena, se forma la empresaria y la socia cooperativa, el ama de casa, la estudiante y también la mujer directiva. Se forman más y mejor que los hombres (véase Mujer y formación en http://blog.fundaciontripartita.es/ ) y lo hacen, yo diría, con mayor interés y aprovechamiento.
Sobre las posibilidades del despliegue del talento profesional de las mujeres directivas en el sector privado inciden una serie de circunstancias concatenadas y desfavorables. De entrada, la tasa de actividad general muestra una seria brecha en lo que al acceso al empleo se refiere. Hay 12 puntos de diferencia entre las mujeres y los hombres que se integran estadísticamente en el mundo laboral, distancia que se incrementa si se considera el número de mujeres y de hombres que forman nuestra sociedad. Pero el INE además nos recuerda que los hombres más que duplican a las mujeres en el estrato decisional (67,6 % de Directores frente al 32,4% de Directoras, según la EPA del II trimestre del 2015).
Para mejorar o mantenerse en ese nivel directivo ellas parten en clara desventaja. Viven y trabajan en un entorno, que no es seguramente machista pero sí claramente masculino y muchas de ellas carecen del amparo de la negociación colectiva. Por si fuera poco, la proporción de las titulaciones superiores de las mujeres en gráfico español de las cualificaciones (el famoso y preocupante “reloj de arena”) supera en 5 puntos a la de los hombres, lo que las expone abiertamente a la sobre-cualificación.
Y si a esta ecuación diabólica añadimos el índice sociocultural indeterminado de la “madre nutricia multitarea” (que se da también en todos los demás niveles de la empresa) lo lógico sería pensar que la mujer directiva se forma menos que su homólogo varón dado que el día, laboral o festivo, tiene sólo 24 horas.
Pues no es así. Sorpresa. La mujer directiva no sólo se forma más que el directivo sino que además participa con el resto de las mujeres del diferencial a su favor en cuanto a duración y calidad de sus acciones formativas (30 horas de media las de las mujeres, frente a 28 las de los hombres). Según los datos de la Fundación Estatal para la Formación en el Empleo (antes, Tripartita) las mujeres directivas han aumentado su presencia en las acciones formativas programadas por sus propias empresas en casi 4 puntos desde el año 2011 y su participación en esas acciones ha sido del 34% en 2015, es decir, superior al de su presencia en el estrato directivo. (Las mujeres en el nivel “Técnicos” representan el mayor esfuerzo formativo pues se forman casi el 50% siendo sólo el 34,5% de los empleados del sector privado). Si además consideramos el contenido de las acciones formativas demandadas por mujeres y hombres vemos que en todas las acciones formativas de los directivos orientadas a la mejora del desempeño del trabajo de dirección la participación femenina se corresponde, como mínimo con su peso relativo en la dirección (es el caso de las lenguas extranjeras, la habilidades directivas o la dirección bancaria) y en algunos es incluso superior (habilidades interpersonales, calidad o legislación comunitaria, por ejemplo).
La mujer directiva ha interiorizado la necesidad de la formación y ha orientado parte de su tiempo disponible hacia la formación para el empleo. Ello demuestra su inteligencia y su sentido práctico porque tiene también interiorizado que en su lucha por un lugar en la empresa parte con desventajas específicas. Las relaciones personales, tan importantes en el desarrollo profesional de un directivo, tienen aun en nuestros días limitaciones de orden sociológico y cultural para las mujeres y esto sólo puede compensarse, lamentablemente, con una mejor cualificación. La sobre-cualificación, por su parte, no es un mal en sí mismo pero tiene un efecto devastador sobre la autoestima y el desarrollo personal que puede paliarse mediante una formación más conectada con la obtención o mejora de las competencias profesionales. Y además, gracias a un sistema de formación basado en la solidaridad financiera de trabajadores y empresarios, resulta que la formación para el empleo es una formación gratuita también para los directivos.
Ha sido el día internacional de la mujer una celebración de sensaciones encontradas en lo que a nosotros concierne. De un lado, celebramos la presencia creciente de la mujer en la formación y su complicidad singular en la extensión de esta cultura y, de otro, vemos la dificultad con que algunas mujeres avanzan por el camino de la cualificación profesional y la realización personal en el trabajo. Tiempo, dedicación y recursos harán falta para mejorar las cosas. Las mujeres lo merecen y recordar lo que queda por hacer da un auténtico sentido a este día.
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