7 de mayo de 2025

Espíritu hambriento

En el mundo de hoy no pertenecemos ni estamos comprometidos con nadie salvo con nosotros mismos. No obstante, sin compromiso no hay sentido de la responsabilidad frente a los otros y, sin responsabilidad, no tiene sentido la moralidad. Esta parece ser la respuesta adecuada y racional para un mundo caótico, en el que el futuro existe para ser inventado, no para ser previsto y menos para ser controlado.

Pero que lo hace un lugar solitario, en el que el vecindario es una jungla, el extraño, una bestia de la que esconderse, y la casa, cárcel privada. De cualquier manera, es un hecho que hoy somos capaces de ejercer un determinado control sobre nuestras vidas y nuestro futuro como nunca ha sido posible en la historia del ser humano.

En nuestro entorno social, hoy, probablemente con una formación mínima, además de energía e iniciativa, cualquiera puede, en teoría, ganarse el sustento. Sin embargo, hay grandes impedimentos estructurales para la creación individual de riqueza. La situación no es la misma para todos. Por el contrario, a muchos les falta alguno de esos elementos, cuando no todos. Alguien debe ayudarlos a conseguirlos, si no la idea de soberanía personal se convierte en una broma de mal gusto.

    En ese aspecto, empresas e individuos no diferimos demasiado: ambos somos responsables de nuestro propio destino y de nuestra conducta y necesitamos lograr un propósito subyacente que les da carácter único. No podemos transferir esta responsabilidad a otras personas. Ahí radica la oportunidad, y el riesgo.

El contrato “psicológico” que nos une a los “trabajadores del conocimiento” con las organizaciones a cambiado: Podemos considerarla una “transacción comercial”  en sentido estricto: dinero por capacidad y tiempo; más dinero si se consiguen mejores resultados. El concepto de seguridad y estabilidad cuando menos está en crisis permanente, a excepción de los entornos más o menos burocráticos ligados a la administración pública.

    Aunque puede parecer egoísta en el fondo somos mercenarios que debemos ser leales con nosotros mismos y con nuestro compromiso temporal con el proyecto que tenemos en marcha.

Esta es el tipo de lealtad que hoy aporta valor a nosotros mismos y también a la organización de la que formamos parte.

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