La amistad es uno de los vínculos emocionales fundamentales de nuestra vida. Definida desde hace siglos como “la familia que se escoge”, una relación de amistad nace del desinterés y la generosidad entre dos o más personas que, con ciertos ideales comunes, comparten valores como la confianza, el cariño, el respeto, la sinceridad y la lealtad. En líneas generales, un amigo es alguien que desea tu bien, se preocupa por ti y se alegra de tus éxitos.
Otro de los componentes fundamentales de una relación afectiva de este estilo es la reciprocidad. Por eso, aunque normalmente uno de los miembros tiende a demostrar más los sentimientos que el otro, es importante percibir que ambos se implican al 100%. Que uno de los miembros no esté en el mismo punto, puede ser una señal de que algo no funciona bien.
No obstante, debemos tener en cuenta que las personas van cambiando con el paso del tiempo a raíz de factores externos que muchas veces son ajenos a cada uno. Por eso, las amistades tóxicas no suelen comenzar desde el principio, sino que se vuelven así poco a poco complicando la manera de identificar los comportamientos dañinos y alejarse de ellos.
Uno de los grandes problemas, de hecho, reside en darse cuenta de que la mera presencia de alguien que ha sido cercano a ti ya no tiene un aporte positivo para tu vida. Además, la dependencia emocional creada o la proximidad de la persona con nuestro círculo habitual hace que resulte muy difícil tomar distancia.
Incluso cuando comienzan a darse situaciones en las que nos hieren, nos juzgan, nos rechazan o nos humillan, es posible que estamos tan acostumbrados a esas conductas, palabras o gestos tóxicos que no nos resulten del todo negativos en la relación.
Sin embargo, nuestro estado de ánimo y sensaciones físicas después de estar con esa persona pueden servir de indicadores. En una amistad tóxica, no es tan importante observar los comportamientos rutinarios como tener en cuenta el efecto que generan en nosotros a posteriori y que, generalmente, suele estar protagonizado por una sensación de malestar en la que se presentan como habituales los sentimientos de ira, agresividad, irritación o tristeza.
De esta forma, comienza a desarrollarse cierto rechazo o incomodidad que hace que ya no estemos a gusto y nuestra relación de amistad inicial empiece a cambiar. En este punto conviene aprender a identificar estas sensaciones y sus causas para poder realizar una gestión de las emociones que nos permita tomar decisiones apropiadas.
Dentro de los rasgos más comunes que podemos observar dentro de una amistad considerada tóxica, se encuentran:
Una vez identificadas las características habituales de una amistad tóxica y sus consecuencias, llega el momento de examinar la mejor manera para dejarlas de lado sufriendo lo mínimo posible.
Para aprender a hacerlo y evitar estas relaciones en el futuro, TherapyChat ha elaborado los siguientes consejos:
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