El cambio forma parte de la vida y es el motor impulsor de nuestro desarrollo. Sin embargo, somos seres de hábitos y no podemos evitar que nuestro cerebro intente conservar inmutable el estado de las cosas a su alrededor, manteniendo a raya los cambios que le obligan a activarse y modificar sus patrones.
Ante circunstancias desconocidas, es natural que la incertidumbre y el miedo a lo desconocido nos invadan a la vez que nos sentimos más inseguros y desconfiados. Inevitablemente, comienzan a desatarse emociones negativas momentáneas que, si se mantienen en el tiempo, pueden cobrarse un alto precio emocional y provocarnos un gran desgaste físico y mental. El agotamiento psicológico y físico extremo puede derivar en trastornos psicológicos, aumentando la posibilidad de sufrir ansiedad y estrés, teniendo problemas para conciliar bien el sueño, relajarnos y concentrarnos en nuestras tareas cotidianas y causando incluso la depresión.
Prueba de ello son los últimos dos años. Desde que se decretara el estado de alarma en marzo de 2020, hemos tenido que cambiar muchos de los hábitos que sostenían nuestra vida, aprender a convivir con un enemigo invisible que nos acecha continuamente, afrontar la incertidumbre económica y laboral, buscar nuevos puntos de apoyo ante un distanciamiento social impuesto y adaptarnos a un cambio constante de medidas que afectan nuestro día a día. Todo eso ha supuesto un reto enorme para nuestro equilibrio emocional y ha terminado consumiendo gran parte de nuestros recursos psicológicos.
En un inicio, fueron los niveles de ansiedad los que se dispararon en nuestro intento por entender una situación completamente nueva e incierta para la mayoría de nosotros. A esa ansiedad le ha sucedido un aumento de la desesperanza y la depresión, y al optimismo inicial que nos animó a resistir, le ha sobrevenido el desánimo y el pesimismo.
Ahora, tras dos años de pandemia y el comienzo de una guerra que nos toca muy de cerca, la salud mental de nuestra sociedad es muy vulnerable. Las personas estamos desgastadas emocionalmente, aún nos estamos recuperando de la pérdida de los seres queridos y acostumbrándonos a vivir con un enemigo potencialmente mortal mientras nos acecha una gran incertidumbre económica. Nuestra salud emocional está resentida y necesita recuperarse poco a poco antes de que podamos resurgir con más fuerza que antes y aprender de todo lo que hemos vivido durante estos años para crecer y convertirnos en una mejor versión de nosotros mismos.
Aprender a lidiar con la incertidumbre e intentar mantener el equilibrio en el mundo al que nos enfrentamos en la actualidad no es fácil. Sin embargo, debemos enfocarnos en las lecciones que nos deja y todo lo que nos enseña. TherapyChat ha elaborado una lista con las principales claves para protegernos del impacto de la adversidad y aprender a ser más resilientes:
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